domingo, 26 de enero de 2014

La mosca

Mató la mosca pegando una palmada en la barra del Monterrey. Se quedó pegada a la piel, espachurrada, como las chapas que ponía en la vía antes de pasar el tren. El chirrido de la locomotora al moverse por los raíles le recordó a Marisa con sus coletas y su falda corta. Corría entre las vías y cantaba las canciones de Carlos Gardel de su padre. Aquel hombre tosco con manos gordas que lo había tirado al suelo de una torta por tocarle el culo a su hija. La palma quedó enrojecida y la mosca cayó al suelo
Dublin 

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